El loco de la banana está suelto.
Personaje siniestro que se devora cuan plátano encuentre a su paso, tirando las cáscaras en lugares estratégicos, donde doñitas, gentes y viejos con bastón, caigan al suelo de un pisotón.
¡Tened cuidado! Sobre todo afuera de los bancos que, como salideras que arrebatan bolsos, resbalones que tumban monos.
Ya hay más de 20 muertos, 150 heridos y 3 dormidos en los adoquines de la peatonal resistenciana. Productores regionales con sus monos mauyadores recompensan su captura o cualquier información con ensalada de frutas.
Se recomienda para atraerlo, dulce de leche repostero que tan bien sabe con las ricas bananas de "Frutería Doña Amanda"
viernes, 26 de septiembre de 2014
viernes, 18 de abril de 2014
El antiguo y trascendental h-ero-t-ismo (Microrrelato)
Eros, el antiguo Dios griego, se mete en los cuerpos de heroicos
sujetos que se sirven uno al otro “El Banquette” donde llenan juntos un “Platón”
de sudor. Que se acarician hasta la interioridad de sus pechos. Se conocen y
reconocen experimentándose a través de placer que abundan de sus “Poros” por
más de que haya pobreza o exceso de “Penie”.
Los sentimientos de la Naturaleza (Microrrelato)
A las abejas llamará con sus flores abiertas y polen en
todo respirar, pues “la primavera la sangre altera”, a los géneros prepara para
realizarse en esplendor, amor, paz y diversidad. Al menos que el polvo de
montañas, el hollín de quemadas, los químicos de las fumigadas, altere de la
sangre algo más, y en vez de primavera, primen las calaveras.
Hijos del TERROR. Conocidos por el AMOR. Amigos por PUDOR. (Microrrelato)
Ellos eran los “hijos del miedo”, que el terror desde su infancia
conocieron, con el dolor los silenciaron, el sufrimiento de sus otros
saborearon. Con sangriento y agrio sabor resistieron al poder de quienes a someter
tuvieron derecho. Los que al “deber” obedecieron "sin querer". Los que trabajaron para él. Pues sólo les ha preocupado el creer y crearon la acción colectiva de desaparecer…
El qontar, pesar, comprar, pensar histórico racional. Un quento matemático.
Voy a qontarles una historia no muy rara ni
diferente a otra de las historias que cotidianamente suceden y que “La Historia”
las olvida muchas veces, o mucho tiempo (Pasado, presente o futuro; cuanti o
cuali; cuánto o cómo intentamos medirlo).
Diego
lleva monedas en su bolsillo. Monedas que con la balanza de su mamá pesó. Todas
juntas pesan un total de 38gr. Al pesarlas, Diego las clasificó en 5 categorías
de mayor a menor según el precio el cual están destinadas a pagar cada una de
esas monedas. La primera clasificación contenía 1 unidad, también la segunda,
la tercera cuatro monedas, la ante-última clase de dicho orden tiene 5 chapitas
pesificadas, y la última metódicamente pensada, es de 2 círculos de metal. Dos
de las clases mencionadas contienen monedas del mismo valor monetario pero no
misma cantidad de monedas. Tres grupos (que pesan diferentemente) contienen
monedas que pesan igual (pero son menores a las anteriores), y los otros dos
conjuntos pesaron casi lo mismo, un gramo +. El peso unitario de las monedas
que en el interior de cada grupo parecían iguales, según el orden de menor a
mayor valor de pe$o, era: 2, 2, 2, 6 y 7, que coincidía con el valor de peso
gramo, aunque parece raro que la menor es más pequeña y pesa lo mismo que la
siguiente.
Después
de tener las monedas clasificadas y pesadas no muy detalladamente, a Diego se
le hará falaz que los dos grupos que tendrán monedas con el mismo número serán
distintos, aunque tuvieran esa pequeña diferencia estética que primeramente le
hará decidir que estén en grupos diferentes (unas por borde liso y las otras por
rayado). Así que los sumará, los integrará, se quedando en él, 9 monedas que
pesarán juntas 20gr.
Cuan
confundido se hubiera sentido cuando habría supuesto que cada una por separado hubiera
pesado 2 gramos, y en teoría, todas juntas habrían debido pesar un total de 18
unidades de gramo, pero hubieran pesado 20, como si habrían sido 10 monedas, pero
eran 9…
Todas juntas pesaban como si fuera que hubo una más.
Juntas eran más. ¿Juntas son más que
separadas? (pensó). Tiene que haber
una explicación racional. Voy a pesar
detalladamente cada una de estas monedas, tal vez haya alguna o algunas que
pesan más de 2 gramos ¿Serían cada una diferente a las otras? La
clasificación se empezaría a complejizar.
¿Cómo
iba a solucionar este problema que se encontró, esta situación que se la
problematizó?
Lo
que sabía era que tenía que analizarlas una por una. ¿Pero cómo? Pues pesándolas una por una. (Se
respondió)
La
balanza de su madre era digital, ella la usaba para pesar las medidas de
productos con el cual hacía su laburo, modificando la apariencia de las
personas (el pelo específicamente). La unidad mínima de pesaje que medía era el
gramo. El muchacho razonó: con esta
balanza puedo pesar de dos formas diferentes pero aparentemente iguales a la
vez, positivamente como lo estuve haciendo, como comúnmente pesan las balanzas
y estamos acostumbrados, o negativamente, pesando para atrás, pesando su
ausencia. ¿Su nada? ¿O el aire que lo reemplaza cuando no están? Lástima que
con una balanza no se puede pesar el alma, ¿o sí? jajá (se reía el loco).
¿Cómo
era esto que Diego le decía “pesar para atrás”? Él conocía que el peso de un
cuerpo en el espacio se daba a través de una diferencia con el peso de otro
cuerpo. Este peso era el que marcaba el cero, como si la plataforma de la
balanza estuviera vacía, pero en realidad así no era, sólo que al prenderla, la
misma máquina, a eso que estaba, como 0 lo establecía. Si se la encendía con un
objeto arriba no aparecía cuanto pesaba ese objeto, sino que aparecía su peso
sumado al peso que daba la diferencia (en las balanzas mecánicas hay un pedazo
de metal dentro de ellas que da el peso de diferencia). Entonces era así, el
peso era la diferencia entre el aire y el objeto, es decir que el peso era el
aire que el cuerpo reemplazaba. “Pues
claro si la gravedad es la fuerza que ejerce la columna de aire que se
encuentra sobre un cuerpo” (concluyó).
¿A
quién se le ocurriría que el aire pesa? Y, no por nada se hizo existencia en
los códigos de nuestro lenguaje el conocido y tan usado “¡Eureka!” que
Arquímedes gritó y tanto se escuchó cuando eso descubrió. Cuando analizó un
objeto entre las diferentes dimensiones del estado de la materia. Cuando pensó
a un sólido entre el líquido y el gaseoso. Cuando jugó al alquimista combinando
agua, aire y tierra.
¿Tierra? Si tierra. Tierra hecha metal, fragmentada
y combinada con el Fuego, el cuarto elemento. Todo esto que el loco necesitó y descubrió,
es lo que hoy llamamos simplemente, densidad.
Todo esto que cuento, es lo que pasó en un instante,
tal vez inconscientemente, por la cabeza de Diego cuando necesitó y quiso
solucionar el problema que él mismo se armó. Que práctica se lo iba planteando.
¿Al final, que hizo Diego para su problema
solucionar? (Si sigo dando vuelta van a medir mi densidad analizando el aire
que voy a dejar con la patada que me van a dar. Jaja)
Les cuento el método que descubrió (consciente que nada
inventó):
Recordando que una vez en la secundaria, con un profesor que quiere mucho, en matemáticas
fueron a medir diferentes elementos en la cancha de fútbol de su vieja escuela.
Les hizo que midan dos veces cada dimensión de los objetos. Esa fue el recuerdo
que hizo que pesara tres veces (en tres tandas) cada moneda que parecían del
mismo diámetro y altura. Las pesó tanto positiva como negativamente.
Encendiendo la máquina “vacía”, colocaba la moneda,
anotaba el número, reiniciaba la balanza, sacaba la moneda (la “vaciaba”) y
anotaba el valor negativo. Las fue colocando alineadas una a lado de la otra
ocupando cada una el espacio según el orden que le tocó a cada una para que no
se mezclen y lo desorienten. Así, tabuló los siguientes valores, para luego sacar
otros valores, relativos, de su diferencia (x1+x2) y su
amplitud [la suma de las diferencias respecto al 0, de la distancia al 0, o la
suma de los valores absolutos ([0-(x1)]+[0-(x2)])]:
-
La
1ra moneda: 2, -2; 2, -2 y 2, -2. Diferencias: 0, 0 y 0. Amplitud: 4, 4, 4.
-
La
2da moneda: 2, -3; 2,-3 y 2, -3. Diferencias: -1, -1 y -1. Amplitud: 5, 5, 5.
-
La
3ra moneda: 3, -2; 2, -2 y 2, -2. Diferencias: 1, 0 y 0. Amplitud: 5, 4, 4.
-
La
4ta moneda: 2, -2, 1, -2 y 2, -2. Diferencias: 0, -1 y 0. Amplitud: 4, 3, 4.
-
La
5ta moneda: 2, -2; 2, -2 y 2, -2. Diferencias: 0, 0 y 0. Amplitud: 4, 4, 4.
-
La
6ta moneda: 1, -2; 2, -2 y 1, -3. Diferencias: -1, 0 y -2. Amplitud: 3, 4, 4.
-
La
7ma moneda: 2, -3; 3, -3 y 3, -2. Diferencias: -1, 0 y 1. Amplitud: 5, 6, 5.
-
La
8va moneda: 2, -2; 1, -2 y 2, -3. Diferencias: 0, -1 y -1. Amplitud: 4, 3, 5.
-
La
9na moneda: 3, -2; 2, -2 y 2, -2. Diferencias: 1, 0 y 0. Amplitud: 5, 4, 4.
Con
las amplitudes de la 4ta y 6ta podría ganar un partido (Pensó riendo el muchacho). Estos números que abstraje de las monedas para mi pasaje, ¿Qué me dicen?
¿Serán sólo errores? ¿Porqué a veces pesa
menos y otras pesa más? ¿Errores de que, de quien? ¿Habré pesado mal? Tal vez
sólo sucedió que las que pesan más están más sucias y la tierra que tienen le
agregue peso. Pero entonces no pesan 2 gramos, y ya las mezclé y limpié y volví
a pesar. ¡Suficiente! No lo volveré a hacer ¿Para qué? Sería perder el tiempo y
eso si que es irracional. Ya hice la experiencia, hice ciencia. Ahora a pensar…
Si
lo que estuve midiendo no es la moneda, sino el aire que ocupan, puede ser que
en el momento del pesaje haya entrado alguna ráfaga de viento por la ventana
que ejerció fuerza sobre la balanza. Pero el viento se mueve horizontalmente,
tendría que haber sido aire ejerciendo fuerza hacia abajo, o hacia arriba. Que
tonto, no puede haber sido por viento. Tal vez por presión, creo que ésta es
diferente en cada momento, y en cada lugar.
Creo
que lo que hice fue pesar su densidad o algo así. Debería haber hecho cada
pesaje en diferentes lugares, pero igualmente me iba a dar distintos valores
que me dirían prácticamente lo mismo. Es contradictorio, pero la exactitud de
las matemáticas me dicen que no son exactas en realidad. Que 2 gramos no es el
peso de 10 centavos, sino que alguno pesa más y otros pesan menos de 2 gramos.
Que las cosas pesan más o menos de lo que dice el número que las intenta
representar. Un problema sería si pesaran mucho más o mucho menos, y el “mucho”
es relativo a lo que peso, y la unidad de medida que puedo pesar y el valor
social que tenga ese objeto, como la corona del rey que Arquímedes tuvo en sus
manos y metió en su bañera. No es lo mismo 10 centavos que 10 maletines llenos
de dólares, ni 10 cm de aire que 10 hectáreas de plantaciones de soja, como
tampoco 10 monedas que 10 mates con mi vieja. No es lo mismo 10 números que 10
húmanos. Al final, todo pesa más o menos lo que parece, pero no lo que parece
ser.
Todo esto, hizo que Diego le preste más atención a
la moneda que antes de esto, números sólo fueron, las pensó como si no
existieran, como si estuvieran completamente abstraídas de la realidad. Se le
hizo curioso que observándolas más detalladamente podría organizarlas de
diferentes modos. Que podría haber hecho más o menos grupos que le darían tal
vez más o menos conclusiones también. Que Podría ordenarlas de formas que lo
llevaban a pensar en otras cosas más allá de los número, o mejor dicho, más acá
de los números. Como en el caso de asignarles el valor ya no pesando para
atrás, como en la balanza, sino pensando para atrás. Diferenciándolas por el
año en el cual fueron hechas, observando los pequeños simbolos, con los cuales
ella se traducía.
Así empezó a sumar conclusiones: Según mis monedas, estaba de moda hacerlas
hace tres años, en el 2011, ya que de las 13 monedas, 5 fueron selladas ese año
con fuego (tal vez por eso todas llevaban dibujado un solecito). Las demás con
fechas anteriores: la más vieja de 1993, otra del `94. Diez años más tenía otra
unidad, y dos grupos había con dos monedas, del 2005 y del 2007. Pero la más
hermosa era la más diferente a todas que se encontraba sola en su identidad,
era única (“1” la identidad algebraica).
Esta moneda era especial, como las que hacen para
coleccionar, para algo rememorar, para conservarla y con ella tal vez recuerdos
conservar, o conservas recordar. Sellar
la memoria para hacer “La Historia”. Tenía un dibujo metálico del Aconcagua,
el pico más alto. ¿Cómo la habrán medido?
No creo que tengan cintas métricas tan largas. Además que para medirla
positivamente necesitan un 0, el vacío, que realmente no existe, ya que todo
espacio algo contiene. La habrán medido negativamente, suponiendo que no
existiese.
Pensándolo,
sacamos la montaña, o sea, toda masa de tierra, toda dimensión sólida; dejamos
el aire y el agua, lo líquido y lo gaseoso. Sólo así sería medible, desde la
punta sólida hasta el agua líquida. Esa línea de aire sería la medida de ese
pico, de ahí lo de msnm (metros sobre el nivel del mar), que conociendo un poco
la realidad, sabríamos que sube y baja por las mareas. Pero bueno, hay que
ponerse de acuerdo con la naturaleza.
Cuestión que, el monte o montaña (que está en la
moneda de Diego que suya en un instante dejará de ser para pasar a las manos de
otra persona que no será su dueño y tal vez nunca más esté en la mano de “un dueño”)
en metal metálico tal vez se convertirá, y quién sabe dónde irá a parar.
Esa moneda propia de algo, de alguien, que a punto está
de ser a-propiada (ya que dejará de ser propia de alguien) fue hecha en el año
del Bicentenario de la Nación Argentina. Diego no era muy patriótico ya que
como buen matemático racional, su criticidad lo llevaba a problematizar todo,
pero sentía la camiseta que designaron para representar a lo que él sentía como
su tierra, al fragmento de su Tierra. Esa parte delimitada en la que habitaban
aquellos con los que una misma historia compartía, de derrotas y victorias, de
riquezas y miserias, de vidas y vividas.
Ese monte es también la Argentina, ese monte es
también Diego, y a otro lado se lo llevan. Como a esa moneda, que también es su
pasaje a otro espacio, a otro tiempo, el tiempo que tarde el cole para llegar a
su trabajo, que también es la moneda con que míseramente comerá, pero por la
cual sus aprendices rícamente aprenderán, porque él enseñará, ya que el
profesor de Matemática, por haber reflexionado científica o literariamente, habrá
creado un nuevo problema matemático que a los chicos presentará cuando en al
aula les dicte las preguntas: Si le sobró
25 centavos ¿Cuánto le salió el pasaje de colectivo?¿Cuantas y qué monedas fue
las que utilizó?
El
Interpretado
martes, 8 de abril de 2014
El Abuelo y el Gomero
Recuerdo que de niño jugaba
sobre sus aéreas raíces. Ubicado en la vereda de la calle Juan B. Justo, en la
Resistencia añorada de mi infancia, veía como el tiempo ordeñaba sus frutos verdes
y peludos, que tanto me insistían los adultos que veneno contenían, que no era
un extracto lácteo, como parecía.
Un día, más bien de noche, desatada
estaba una gran tormenta en las afueras de la casa de don Díaz Colodrero, “El Negro”.
Su nieto durmiendo despertó ante la caída de un gran trueno. Fue tan pero tan
fuerte el estruendo, que el niño se asustó con terrible sonido del entierro del
cielo. Pero lo menos que sintió fue miedo, pues con el nono a su lado no podría
sentirse inseguro, pues ese gran hombre, fuerte y seguro, amable y
escrupuloso, compañero, querido y admirado por todos, por su nieto sobre todo,
que dormía a su lado por las noches, pesadillas no tenía, ya que con el abuelo
sólo un mundo mejor soñar se podía.
El rayo caído del cielo, al
árbol que mi abuelo alguna vez plantó, lo partió. Pero la astilla enterrada que
era de la rama de don Colodrero, su naturaleza como palo resistente compartía.
El Gomero ante su naturaleza resistió a esa agresiva descarga que sólo una rama
le partió. Digamos que la naturaleza lo podó y así vivió, con la cicatriz del
resistir a la vida, a la naturaleza, al amor, tanto así como el gran hombre que
sus raíces enterró.
Un gran hombre, un gran árbol. “Si
los árboles hablaran” contarían aquellas vidas apreciadas, dirían quienes eran
las personas que su lugar amaban, que a su espacio respetaban, que sus raíces abonaban
y bien fuerte se mantenían por recordar de donde venían y a quienes debían todo
lo que le había dado la vida.
Hoy, este narrador que fue feliz
de niño, que si bien añora a quien alguna vez hubiera dado todo por él, lo
recuerda en los sueños que aun con esperanza mantiene vivos. Vivos como el
árbol y el hombre que en su corazón así se mantienen.
El abuelo no era gomero, pero el
Gomero fue un abuelo. El árbol no era un hombre, pero el hombre dio frutos, y no sólo porque era jardinero y tenía un vivero. Aquel hombre, como avispa sudafricana, dio
muchos hijos gomeros que hoy en Resistencia viven dandole de respirar a la ciudad.
El abuelo ya no está en su
materialidad. El árbol no sé si aun a la “Juan B. Justo 535” su sombra regalará,
pero se escuchan voces que gritan por quienes no pueden reclamar, que luchan
por esos ancianos que siguen dando frutos a la ciudad, pero hay quienes por un
cartel los quieren arrancar.
martes, 4 de febrero de 2014
Tardecitas de verano
Las tardesitas húmedas de verano tienen ese, que se yo... Mezcla rara entre el aroma a tierra mojada y la remera del penúltimo lingera empapada por el calor de la mañana y las gotas de la tormenta que llegaron a enjuagarla...
Quereme así mojado, mojado, mojado. No ves que te esperé bajo la lluvia dos horas, mil horas como un perro... Llueve sobre el mojado...
¡Viva los locos que se desempolvan con las lluvias de verano!
De esas que se sienten frescas, frescas por más tibias que sean las gotas con las que riega al hervido día, a la mañana cocida, a la siesta horneada... Pero... Puaj... tarde recalentada si lo que pasa es sólo una chaparroneada. Te regalo pasar un rato en ese sauna...
Quereme así mojado, mojado, mojado. No ves que te esperé bajo la lluvia dos horas, mil horas como un perro... Llueve sobre el mojado...
¡Viva los locos que se desempolvan con las lluvias de verano!
De esas que se sienten frescas, frescas por más tibias que sean las gotas con las que riega al hervido día, a la mañana cocida, a la siesta horneada... Pero... Puaj... tarde recalentada si lo que pasa es sólo una chaparroneada. Te regalo pasar un rato en ese sauna...
miércoles, 22 de enero de 2014
El niño viejo y su Curuzú porá
Había una vez un hermoso lugar por el cual corría un bello arrollo entre enormes y frescas hortalizas que alimentaban a todo el poblado. En él, vivía un niño que admiraba su lugar y cada vez que viajaba, a todos los de afuera le contaba cuan bello era su Curuzú Cuatiá. Pasado el tiempo, el niño creció y como todo adulto del lugar tuvo que elegir su propio rumbo: irse a estudiar o trabajar dando servicios a la gran capital o quedarse a su tierra explotar. Como el niño adulto amaba tanto tanto su propio espacio, se alejo de él para no ver como en camiones se lo llevaban, pues nada podía hacer si se quedaba más que clavar en ella picos y palas ya que las huertas que tanto admiraba, fueron reemplazadas por "productivos" árboles en camadas, madera de primera gama.
Pasado el tiempo, el niño viejo a su lugar regresó con jóvenes nietos que conocían esas tierras como mitos, por los hermosos cuentos de añoranza de su abuelito. Los nietos saltaban de emoción, al ver que ese lugar de sueños existía y tan alegremente disfrutaban del paisaje del hermoso que con jóvenes, amigos del lugar aprendieron a admirar jugando a la pelota, haciendo suyo ese lugar. Mientras con lágrimas de alegría los niños jóvenes creaban su ilusoria fantasía, el niño viejo envejecía con lágrimas de tristeza, de melancolía, al ver lo que otros hicieron con su lugar, con su vida: perforaron su corazón, lo extrajeron con minería, cavaron tan profundo en sus entrañas intentando rellenarlas con falsos bosques importados, su lugar, se lo quitaron, no sólo se fueron las frescas huertas de su infancia, también desapareció el arrollo que tantas tardes refrescaron sus andanzas. Y lo que más sentía que dolía pero a la vez lo alegraba ya que los jóvenes no sentían lo que él sufría, ya que al viejo lugar, como era antes no conocían ni lo conocerían, por esa razón sus inexperimentados ojos no percibían cuanta destrucción causó la misma economía que tanto desarrollo en su feliz pasado le prometió.
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